sábado, 14 de septiembre de 2013

ENVEJECER NO SIGNIFICA HACERSE VIEJO



El envejecimiento es un proceso progresivo natural del ser humano, que se desarrolla con diferente intensidad según la persona. En la actualidad, es difícil establecer el comienzo de esta etapa de la vida en función de la edad debido a la creciente longevidad que se observa en las sociedades occidentales. No obstante, se considera que una persona es anciana a partir de los 65 años y se reserva el término de muy anciana para la que supera los 80.
La ciencia ha estudiado mucho la senectud y los cambios biológicos que se producen en las células y los tejidos con el paso del tiempo. Pero todavía existen aspectos para los que no hay respuesta, sobre cómo y por qué se producen estas transformaciones.
Algunas teorías sostienen que el envejecimiento está controlado por «un reloj biológico» programado genéticamente, pero otras mantienen que se produce por daños acumulados en algunos sistemas orgánicos. Puede que pasen años hasta que se conozca con certeza qué origina el envejecimiento biológico.

Envejecer no significa hacerse viejoExiste una diferencia entre envejecer y hacerse viejo. Envejecer comprende todos los cambios biológicos que se producen con el paso del tiempo. El ritmo de envejecimiento biológico varía de una persona a otra, puesto que algunos órganos envejecen antes que otros. Asimismo, en la actualidad se está observando la influencia de factores genéticos y ambientales sobre el envejecimiento. En cambio, hacerse viejo es un concepto social que provoca sentimientos poco relacionados con el proceso biológico de envejecer.
No resulta sorprendente que las mujeres padezcan estos sentimientos, ya que socialmente se suele discriminar a las mujeres mayores. Pero en las culturas tradicionales tienden a valorar mucho a las personas ancianas y son tratadas como fuentes de sabiduría que se debe transmitir a las siguientes generaciones; a menudo se considera a las mujeres mayores «sanadoras».

Cambiar los hábitos

Lo cierto es que los hábitos de vida influyen mucho en el proceso de envejecimiento, tanto positiva como negativamente. Envejecer bien, manteniendo e incluso mejorando la salud física y emocional, es algo que la mujer de hoy puede controlar más que nunca.
No hay varitas mágicas para la buena salud, ni fuentes de la eterna juventud, ni productos que curen todas las enfermedades, ni vitaminas que prevengan todos los achaques. Por tanto, un buen programa de bienestar requiere de esfuerzo, planificación y continuidad. Pero es una inversión muy rentable que proporciona un interés
increíblemente elevado. Si una persona se siente bien, probablemente hará ejercicio, comerá con mesura y, de este modo, se sentirá mejor.
La base de la buena vida son los buenos hábitos: unas estructuras firmes en las que la gente puede apoyarse. Es bastante cómodo no tener que pensar cada paso que se da, pero, a medida que uno envejece, algunas costumbres ya no son tan útiles como antes.
Por ejemplo, las prisas matutinas que durante años ayudaban a alguien a ir a clase o al trabajo, ya no resultan necesarias. Puede ser más agradable comenzar el día haciendo unos ejercicios de relajación y planificando tranquilamente las actividades. A veces, las enfermedades pueden modificar muchas costumbres y obligar a las personas a efectuar un cambio en su forma de vivir y hacerlas reflexionar sobre lo que deben hacer para cuidar su salud.

                                  


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